Con los pies al aire todo parece más cómodo y menos pesado.
Algunos, confiados en esta idea, optaron, optan y optarán por correr así:
deportistas olímpicos como Abebe Bikila, Bruce Tulloh y Zola Budd fueron
quienes, a fuerza de destreza física y plantas en contacto directo con el
suelo, impusieron la moda de correr descalzos durante la segunda mitad del
siglo XX. La mirada retrospectiva es válida para este fenómeno: previo al
surgimiento del atletismo moderno, los corredores sólo podían correr descalzos
porque no tenían zapatillas para elegir. Pero hoy, con una oferta pletórica,
sigue existiendo este grupo de rebeldes que optan por el minimalismo en sus
pies.
El crecimiento de esta tendencia se refleja,
paradójicamente, en los diversos calzados que emulan la experiencia de
desplazarse sin nada en los pies y en algunas carreras establecidas para este
tipo de corredores como la NYC Barefoot Run y la NF5K.
Como si fuera poco, también está el sitio Bare Foot Running
que congrega, desde mayo de 1997, a estos deportistas que impactan piel con
suelo, y en el mismo horizonte aparece Correr Descalzo para promover esta
movida como “la técnica ideal”.
Este panorama desplegado y asentado fue cometido la mirada
de investigadores, que ponen a prueba los beneficios y perjuicios de correr
descalzo.
Atención al cambio de hábito
Un estudio de la Brigham Young University analizó los
riesgos existentes en la transición del ejercicio al calzado hacia esta
nueva/vieja tendencia en materia deportiva.
“El paso del calzado regular a las zapatillas minimalistas
puede resultar perjudicial para los huesos de los pies”, explicó Sarah Ridge,
directora del estudio.
La prueba que realizó junto a su equipo consistió en
observar el desempeño de 36 corredores experimentados durante diez semanas. A
una mitad del grupo le solicitaron cambiar, de forma progresiva, las zapatillas
por esta suerte de guantes que cubren el pie y emulan la sensación de correr
descalzo. Si bien los investigadores procuraron que el paso fuera paulatino,
con un aumento gradual en las distancias recorridas, los participantes que
empezaron a trasladarse sin el calzado regular mostraron más lesiones e
inflamaciones óseas que la otra parte al final del estudio.
“Los huesos se enfrentan al impacto de las corridas y deben
remodelar su estructura para volverse más fuertes. Las lesiones severas ocurren
cuando estos impactos se dan con frecuencia o con fuerza y el hueso no se
encuentra del todo recuperado”, concluyó Ridge.
Los resultados de este trabajo no buscan demonizar a las
zapatillas minimalistas, sino que recalcan que hay que tener especial cuidado
con la forma de transición para no afectar al cuerpo y reducir el riesgo
potencial de lesiones. El cuerpo crece y se adapta a determinado tipo de
calzado, y es necesario que tanto los músculos como los huesos se adapten a
nuevas costumbres como el ejercicio descalzo.
No importa con qué pisas sino cómo lo haces
Pero hay otro factor muy importante que puede afectar la
anatomía del corredor. La forma en que el pie, calzado o descalzo, impacta el
suelo también debe estar entre las consideraciones de quienes no quieren
lesionarse. En este sentido, un grupo de especialistas de la Universidad de
Harvard llevo a cabo un estudio para comparar el efecto generado de acuerdo al
tipo de pisada.
Daniel Lieberman, director de esta investigación, partió de
una base primordial: quienes corren con zapatillas tienden a impactar primero
con el taco de las mismas, mientras que quienes lo hacen sin nada o con
zapatillas minimalistas son más propensos a apoyar la parte central o delantera
del pie.
La costumbre de taconear mientras el cuerpo se desplaza en
velocidad obliga a que la parte inferior de la pierna permanezca inmóvil con el
resto del cuerpo en movimiento de acuerdo a la posición de las rodillas. Esto
hace que el talón sea el único punto de apoyo para absorber el peso del cuerpo,
que se multiplica de dos a tres veces cuando el individuo corre.
En cambio, si se opta por utilizar la zona central o
delantera de la planta del pie como centro de impacto al correr, el cuerpo
experimenta menor frenada y distribuye esa fuerza entre espalda, cadera y
rodillas. Lieberman reconoció que los que corren descalzos asumen esta pose y
generan lo que se conoce como “energía rotacional”: el talón no para el
recorrido, como si pasa en la primera opción, y sólo aparece como punto de apoyo
para reducir el efecto del golpe contra el suelo.
A modo de conclusión, este equipo de Harvard coincide en que
la forma de apoyo del pie resulta fundamental para evitar lesiones. De acuerdo
con esta creencia, también consideran que correr descalzo o con
zapatillas-guante reduce el posible malestar de los pies al aterrizar contra la
superficie.
Los puntos de vista son ligeramente distintos, pero pueden
sumarse. Luego de leer esto, al corredor que quiera cuidar su salud le
corresponde realizar el cambio de forma paulatina y atender a la forma en la
que el pie impacta contra la superficie.
¿Corres descalzo? ¿Alguna vez pensaste en cómo apoyas los
pies?
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